lunes, 2 de marzo de 2015

Cuento Las Semillas...

Seguro que muchos de nosotros pensamos que ya somos mayores para leer cuentos, pues bien a veces no estaría de más que leyésemos unos cuantos... Este os va a gustar...


Érase una vez dos semillas debajo de la tierra.Estaban muy cerca una de la otra, esperando empezar a germinar para terminar convirtiéndose en flor. De tanto esperar, una semilla quiso entablar conversación con la otra semilla:
- Hola, faltará mucho para empezar a crecer?
- Alrededor de un mes, cuando llegue la primavera.
- Y  tú qué vas a elegir ser?
- No te entiendo…
- Digo, si vas a elegir ser flor o seguir siendo semilla.
- Seguir siendo semilla?, cuando llegue la primavera nos convertiremos en flor cada una de nosotras.
- Veo que conversas poco y por no relacionarte hay cosas que no sabes.
- ¿Qué es lo que no se?
- Que tú puedes elegir entre ser una flor o seguir siendo semilla…los horticultores cuando plantan semillas siempre ponen más de las que piensan obtener porque suponen que por razones biológicas algunas semillas no van a germinar, solo lo harán las más aptas y algunas no crecerán. Pero en verdad lo que ellos no saben es que en realidad nosotras podemos decidir si germinamos o no.
- Vaya… eso no lo sabía.
- Claro, si tú quieres puedes quedarte siendo una semilla solamente sin germinar y vivir tranquila aquí, bajo tierra.
- Pero ¿por qué no ser flor? ¿Qué sentido tiene ser solo semilla?
- Bueno, tiene muchas ventajas. Aquí tenemos todo para nuestra vida:  tierra, alimento, agua…no nos hace falta nada más. En cambio si te conviertes en flor estás a merced del tiempo, el sol puede marchitarte o una tormenta puede acabar con tu vida en solo unos minutos…si eres flor eres frágil,  ¿para qué correr ese riesgo si aquí estamos seguras?
- ¿No te parece?
- Yo sin embargo quiero ser flor, si bien aquí estamos seguras me resulta aburrido, quizás en la superficie descubra cosas nuevas.
- Bueno, decisiones son decisiones si tú quieres ser flor, pues adelante! yo elegiré seguir siendo semilla y viviré mucho mas tiempo sin correr riesgos inútiles.

…Y así fue como los días pasaron y finalmente llegó la primavera.
La semilla que decidió ser flor empezó a germinar mientras la otra siguió siendo semilla. Inmediatamente la semilla que germinaba echó raíces a través de las que obtenía su alimento y en unas pocas semanas apareció el primer capullo. Cuando floreció y abrió sus pétalos no podía creer el espectáculo que veía: un cielo azul diáfano, un sol brillante, un aire tibio que la abrigaba y una tenue brisa de viento que la acariciaba durante el día y la noche. Pudo ver otras flores alrededor suyo, de colores distintos, llenas de vida,  que contagiaban las ganas de disfrutar cada minuto. De noche cerraba sus pétalos y dormía plácidamente, después de contemplar un cielo lleno de estrellas que la extasiaba. De día era visitada por insectos y por abejas que libaban su néctar para  fabricar miel en una colmena cercana.
Pasaron los días y los meses, la flor vivía cada instante como si fuera una fiesta, mientras que la semilla que decidió ser semilla, seguía  allí, bajo tierra a buen resguardo.
Un día, la flor pudo divisar unos nubarrones de tormenta  que parecían mucho mas que la simple lluvia que cada tanto caía sobre ella y brindándole frescura y alimento. El viento se desató con una furia increíble y empezó a llover en forma cada vez más copiosa hasta que se desató un aguacero impresionante que, junto con el viento que arreciaba,  acabaron arrancándole sus pétalos y cortando su tallo.
La flor, finalmente murió. El invierno había llegado.
La semilla que estaba debajo de la tierra vió como las raíces de la flor se empezaron a secar y pensó inmediatamente:
- Yo se lo advertí, de dije más de una vez que si decidía ser flor corría riesgos, pero no me escucho… allá ella.
Lo que no sabía la semilla que decidió ser semilla es que las semillas que no florecen también mueren al cambiar la estación, y después de unos días también murió.
De lo que nunca se enteró la semilla es que como la flor era visitada continuamente por insectos, estos llevaban el polen a otras flores y sin saberlo daban vida a nuevas flores, asi es que la flor que murió siguió viviendo en realidad en otras flores. La semilla que no quiso ser flor, simplemente murió, jamás conoció la experiencia de ser flor y que su vida se convirtiera en más vida.
Lo curioso es que allá, en la superficie,  los horticultores sigan creyendo que algunas semillas que ellos siembran no crecen por razones biológicas y es en realidad porque algunas de ellas deciden no ser flor.
Pero hay algo más curioso allá, en la superficie. Es que  existan personas que teniendo todo para ser flor, elijan ser simplemente una semilla.
Jorge Daniel Bonanno


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